Billy Jeans Adomals

malcom4Por Eugenio Pérez Almarales

El título no es error de imprenta, ni marca de pitusas, ni película del oeste, ni nombre de “ado” maligno; quizás tenga que ver con el de aquella canción de Maykel Jacson, de los años 80 (Billie Jeans).

Así se presenta en Facebook el multifacético doctor Adolfo Luis Malcolm Suárez, reconocida personalidad de la Medicina, localizable en el departamento de ultrasonidos de la Maternidad, en el Hospital Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.

Aunque también se le puede encontrar en el programa En Antena, de la emisora provincial de Granma, en la CNC-TV, en comunidades de la Sierra Maestra y otros sitios, durante visitas del proyecto cultural comunitario del colectivo del espacio radial.malcom3

Y Adomals Videos es su “casa productora” de audiovisuales educativos hechos a mano, los cuales exhibe en su consulta del Céspedes y en la red de redes.

Antes, anduvo, asimismo, por sitios sorprendentes, como Francia, Alemania, Suiza, Angola, Argelia, Zimbabue, Cabo Verde, el desierto de Sahara… y Bartolomé Masó, su tierra de origen, adonde siempre regresa.

Pocos lo saben, pero es un hombre rico: disfruta de una familia que lo quiere, de una casita acogedora, del agradecimiento de miles de mujeres, de niños que existen por él, de un trago de aguardiente casero muy de vez en cuando y de una bicicleta eléctrica sin baterías, mientras llega el auto.

Tan inquieto y versátil personaje ha protagonizado o asistido a numerosos sucesos, muchos simpáticos y otros de marcado valor humano. Entre los de estos últimos, destaca la ocasión en la que recibió, en la mayor zona desértica del mundo, a una joven aquejada de gestorragia, comprobó que el feto vivía, pero el hemograma informaba que la hemoglobina de la enferma estaba en cuatro.

Había que operar con urgencia, y sin banco de sangre, la muerte amenazaba. “Nada que hacer, Alá se encargará de ella”, comentó resignada una enfermera.

Ante la adversidad tremenda, el altruismo y la decisión de no rendirse, que distinguen a los cubanos. Malcolm puso su brazo e indicó que le extrajeran sangre y la transfundieran a la joven, de unos 20 años. Ella sobrevivió, el niño también, y fue nombrado como su salvador.

Cuenta que durante una misión, mientras operaban a una paciente de un gigantesco quiste de ovario, pidieron al instrumentista que hiciera una foto; mientras el improvisado artista del lente enfocaba, un frasco caía al piso, y al apretar el obturador, ya el anestesista tenía los ojos en blanco e iba “cuesta abajo”.malcom2
El Dr. Malcolm, primero de derecha a izquierda. El anestesista, «cuesta abajo…»

Arrastraron a la víctima fuera del salón, el cirujano ocupó su lugar y Malcolm terminó la intervención quirúrgica. “Así somos los médicos cubanos, preparados hasta para lo inverosímil”, anotó.

Claro, a la experticia no se llega al día siguiente de recibir el título. Cuenta que en 1990 -en rancio Período Especial-, durante su primer año como residente de ginecobstétricia, se atavió con bata de mangas largas, “zapatos con suelas desgastadas, pero limpios” y calzoncillos de tela antiséptica, regalo de su mamá.

Así llegó al policlínico, a afrontar a su primera paciente; luego del interrogatorio de rutina, le indicó subir a la mesa de reconocimiento; con piernas temblorosas, se ajustó los guantes, lubricó los dedos correspondientes, comenzó el tacto y la exclamación inmediata de la muchacha lo estremeció:

– ¡Ayyyyyyyy, doctor, que yo no vine a que me diga si tengo hemorroides, sino a saber si estoy embarazada!

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