Mientras la obra del Doctor Graco Escalante Borges permanezca, no habrá muerto todavía

Por Eugenio Pérez Almarales

Palabras en la despedida de duelo del destacado médico y patriota cubano Graco Escalante Borges, quien falleciera el 3 de marzo de 2017.

Familiares, amigos, vecinos:

Son las personas y sus obras las que forjan los pueblos.  Las hay que, dado su rol o carácter, pasan casi sin darnos cuenta, mientras otras cincelan hondo en la historia y en el espíritu. De estas últimas es la persona a la que despedimos, un poco, hoy.

Tan enraizado está en este pueblo, que casi nadie sabe que este hijo de Graco y Graciela, padre de Graco Joaquín, Gracielita y Grisel, esposo de Noelia, Graco Escalante Borges, nació en Bayamo, el 26 de mayo de 1926, fruto de la unión de las familias Escalante, de Jiguaní, y Borges, de Santa Rita.

Estudioso, de amplia cultura, el joven Graco marchó a la capital del país a estudiar Medicina, y allí se graduó, en la segunda mitad de la década de 1950, cuando la profesión era privilegio de pocos.

Como miembro del Partido Socialista Popular, participó en acciones revolucionarias, trabajó en Boca de Jaruco, El Cotorro, Trinidad, Moa, en el central Maceo, de Holguín; en las Minas de Charco Redondo, en Jiguaní y en Santa Rita.

Escalante, aficionado a la literatura, a la pelota y a la cacería, ha sido un hombre inspirador de respeto, por su estampa y por sus actos; fue uno de los solo tres mil médicos que decidieron, al triunfo de la Revolución, ejercer la profesión en Cuba.

Aquí, en el domicilio donde hoy vive Isabel Vázquez, en la esquina opuesta al viejo parquecito infantil, fundó el primer policlínico, aquí caminó de noche y de madrugada para atender enfermos, sin pensar en dinero u otro pago.

Antes de la creación del programa de médicos de la familia, tuvo una sobresaliente participación en los llamados planes asistenciales, que consistían en visitar comunidades intrincadas para llevar numerosos servicios, entre ellos los de la salud.

En el 2005 los médicos de su graduación se reunieron en la Universidad de La Habana para celebrar sus 50 años de egresados, entre sus condiscípulos estaban los comandantes y doctores en Medicina José Ramón Machado Ventura y José Ramón Balaguer Cabrera.

En esa ocasión recibió Graco un diploma con un texto tan breve como justo: «Por su consagración durante todos estos años a la salud del pueblo y por su fidelidad a la Patria».

Las personas y su impronta son las que hacen los pueblos, y sin los nombres y las obras de coterráneos como él, sería difícil imaginar a Santa Rita.

Decenas de personas, desde varios continentes, al leer la nota que publicamos en Internet, expresaron su pesar por el deceso, entre ellos médicos y otros profesionales.

Al comenzar mis palabras decía que despedimos a Graco solo un poco, y así es, porque mientras alguien pase frente a su casa y diga: “Allí vivió”, o ante la vivienda de la esquina opuesta al viejo parque infantil y rememore: “Aquí fundó”; en tanto uno solo recuerde, al hacer la historia del batallón de combate, que él fue su médico; si un agradecido, rememora: “Estoy vivo por él”; mientras la obra del Doctor Graco Escalante Borges permanezca en el alma de su pueblo, incluso muchas generaciones después de la nuestra, no habrá muerto todavía.

En nombre de sus familiares, muchas gracias por acompañarnos.

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